CUPO creará, la Concejalía de
Participación Ciudadana

Democracia y participación implican reconocer la pluralidad del pensamiento, opiniones, convicciones y visiones de los asuntos. La participación puede convertirse en un mecanismo de recuperación y de ampliación de las democracias, o bien ser un mero instrumento con el que operacionalizar y legitimar socialmente determinadas políticas.
La participación democrática tiene un valor intrínseco que va más allá de la mera protección de intereses, por cuanto aquélla viene a proporcionar importantes medios para el desarrollo de las capacidades de los individuos y la satisfacción de necesidades individuales y colectivas.

El concepto de participación es complejo dada las diferentes categorías axiológicas que conlleva su implantación y consolidación práctica.
Participar conlleva, fundamentalmente, cuatro dimensiones:
En primer lugar, es ser parte (de un sistema, de una red).
Cada sujeto es protagónico, juega un papel dentro de una o varias redes sociales en la que se encuentra incluido y se relaciona e interacciona con otros sujetos, ocupa una o varias posiciones que le permiten una vinculación, tanto emocional como instrumental, con los “otros” en un contexto de confianza y reciprocidad. La inclusión en redes, implica estar conectado a un sistema de comunicación donde se es a la vez receptor y emisor.
En segundo lugar, es estar en (un entorno social).
Cada sujeto se sitúa en el territorio, soporte de redes donde el sujeto se encuentra integrado en la medida que reconoce, percibe y se apropia de un espacio común donde se encuentra con los otros sujetos. La participación política para desarrollarse activamente requiere de una realidad social vinculada a un espacio concreto.
En tercer lugar, es sentirse parte de (una comunidad, de un grupo).
El sentimiento de pertenencia es imprescindible para la autonomía y significa, a la vez, un acceso directo a las relaciones sociales. Pertenecer conlleva sentirse parte de un conjunto social, que desde la diferencia permite la identidad propia. Este contexto precisa de una gestión democrática y solidaria de la pluralidad que permita alcanzar la adhesión necesaria sin la cual resulta imposible abordar los retos de la ciudadanía: construir conjuntamente. La identidad-alteridad conlleva la conciencia.
En cuarto lugar, es tomar parte (en las decisiones) y tener parte (de poder).
La ciudadanía no puede entenderse como tal si no recoge en todas sus consecuencias el derecho de los ciudadanos a tomar parte en las decisiones que les afectan de forma común, en definitiva, la participación en los asuntos públicos. Se refiere a la capacidad colectiva para promover iniciativas de dinamización de la vida social, lo que implica una profundización de la práctica participativa y de la misma democracia. De ésta forma, la participación adquiere el sentido de una cierta redistribución o socialización del poder. La implicación conlleva la corresponsabilidad y la acción en común.
El proceso de participación, es inagotable y recurrente y debe ser capaz de: transformar (cambiar para mejorar las condiciones de existencia), reflexionar (pensando en los efectos e impactos a largo plazo), implicar (al mayor número de colectivos y sujetos, especialmente a los más desfavorecidos), articular (poner en relación recíproca los distintos actores, colectivos y territorios), construir (crear conjuntamente), conocer (la realidad, los recursos y sus potencialidades), aprender (educar en el diálogo, el consenso y la solidaridad), comunicar y comunicarse (con los iguales y con los diferentes), habilitar (cualquier sujeto puede acceder a las habilidades políticas), gratificar (generando sentimiento de satisfacción y de utilidad) y exigir (los procesos de participación como derecho).
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